St. Sebastian Catholic Church, Los Angeles, CA
Los Ángeles 30 de julio del 2023
1ª lectura : del 1er libro de los Reyes 3,5.7-12
Salmo : 118 (119)57.72.76-77.127-128.129-130
2ª lectura : de la carta de San Pablo a los Romanos 8,28-30
Evangelio: San Mateo 13,44-52 o 13,44-46
Une vez más, el Evangelio habla del Reino de Dios.
En esta ocasión, nos propone dos parábolas cortas, que nos ayudan a descubrir la belleza de ese Reino.
El Reino de Dios es un tesoro, que cambia la vida de quien lo descubre.
El Reino de Dios es un tesoro.
Las dos parábolas que nos hablan hoy del Reino de Dios son diferentes.
En una el agricultor encuentra un tesoro que no estaba buscando. Un tesoro escondido en el campo en el cual trabajaba, en el lugar en el cual pasaba una gran parte de su vida. Es como un regalo que le viene del cielo.
En la otra parábola, el comerciante de perlas finas que, desde hace mucho tiempo, buscaba una “perla rara” termina por encontrarla.
En los dos casos, esos dos personajes, terminan encontrando algo que no conocían y de un gran valor.
Retengo dos cosas de esas historias. Tenemos que estar abiertos y atentos para descubrir, en el lugar y en el momento en que menos lo esperábamos, la presencia de Dios. Jesús se revela en el cotidiano de nuestra existencia. Debemos abrir los ojos, los oídos, la inteligencia y el corazón, para descubrir la presencia de Dios en el amor que compartimos con la familia, con las relaciones que tenemos, con nuestros colegas de trabajo o de estudio. Dios está ahí y frecuentemente no lo vemos, porque estamos distraídos en nuestras ocupaciones que nos impiden reconocerlo.
La segunda lección que sacamos de esas dos parábolas es que nunca debemos cansarnos de buscar al Señor. Nunca es tarde, para descubrir a Jesús. Nunca dejemos de buscarlo. Tratemos de leer todos los días un pasaje del Evangelio, comprometámonos a visitar o a ayudar todos los días o una vez por semana, a una persona que sufre.
Cristología, el Hijo de Dios, el Reino de los Cielos, se encuentra en los Evangelios y en el rostro de todos nuestros hermanos y hermanas que sufren.
No nos detengamos de búscalo. Algún día nos vamos a encontrar cara a cara con Jesus y nuestra vida cambiará radicalmente.
El Reino de los Cielos cambia la vida de quien lo descubre. Siempre hay alegría, paz y confianza, en la vida de la persona que descubre ese tesoro que la Biblia llama el Reino de Dios y que sabemos se encuentra en nuestra relación con Jesus.
Descubrir el amor de Dios, el verdadero Rostro de Jesús en nuestra vida, nos permite comprender que todo lo que hay alrededor de nosotros es pasajero y secundario.
Acoger el Reino de Dios en su vida y vivir una amistad sincera con Jesús, transforma nuestra forma de actuar en la familia, en los estudios y en el trabajo.
Nuestras preocupaciones, sufrimientos y penas se transforman, cuando Jesús entra en nuestra vida para ayudarnos a cargar nuestras cruces, iluminar los conflictos que debemos afrontar y concedernos la fuerza y la paz necesarias, para luchar contra el mal que encontramos en el camino.
Abramos nuestros corazones para acoger el Reino de Dios que está cerca de nosotros. Regocijemos nos por haber encontrado el tesoro que buscábamos, para vivir felices y en paz. Amen. P. Germán